Puede surgir -intuyo
que imposible- un
tiempo más próspero
y audaz,
pero jamás una tarde
dejunio como aquella
en la que me miraste
y me seguiste.
Jamás la luz será tan verdadera
ni otra noche tan plena
como ahora:
la ciudad se adormece,
tú me arropas,
presientes, como siempre,
lo que siento:
te tengo aquí y estamos. Pero
voy a necesitarte la muerte
entera.